viernes, 19 de agosto de 2016

Me gusta caminar

Me gusta caminar, me gusta mucho caminar mucho. Creo que tiene que ver con las visitas al pueblo de mi abuela materna, en Amanalco de Becerra, en el estado de México. Para llegar hasta su casa la única forma era caminar desde la terminal de autobuses. Y no en línea recta, ni pavimento, sino subiendo un cerro a través de un camino que cambiaba cada tanto. De niños, mi hermana y yo odiábamos ese camino, era un martirio, sobre todo en verano, con la lluvia se volvía un sendero resbaloso y las caídas eran constantes.


Al paso de los años, nos fuimos acostumbrando, y finalmente, logramos conectar con ese modo de andar; un día, ya adolescentes, nos dimos cuenta que nos gustaba andar rápido, recio, como decía mi abuela; y entonces empezamos a quejarnos que amigos o compañeros de banqueta, parecían caminar en cámara lenta.

Nunca he tenido la intención de comprar un auto para moverme en la ciudad, estoy convencido que el mejor medio es el transporte público (a pesar de sus deficiencias), además de caminar. Camino cada que puedo, si la distancia es corta, digamos dos estaciones de metro estándar, y tengo el tiempo disponible, camino.

Pero he hecho algunas caminatas notables, por dos razones, su extensión, o las circunstancias bajo las que las hice. He aquí, la historia de alguna de ellas.




Tlalcoligia - Caseta Tlalpan


6 km, tiempo indefinido. Agosto de 1998. A menos de un mes de cumplir los dieciocho años tuve mi primer borrachera, además de que esa fue la segunda vez que tomé alcohol. La fiesta fue en la casa de un maestro de un taller de creación literaria, creí que nos daría asilo, pero a eso de las nueve de las noche nos sacó. Éramos un grupo de no más de cinco jóvenes escritores, todavía muy mareados nos dirigimos a una panadería, y con el poco dinero que teníamos compramos un pan, para tratar de aminorar la borrachera.

No funcionó, y con la euforia del alcohol comenzamos a caminar. No recuerdo cómo o porqué, sólo sé que un compañero y yo decidimos irnos caminando a Acapulco... en mi delirio alcohólico calculé que llegaríamos al amanecer. Google Maps no me permite calcular el viaje caminando, supongo porque es una autopista; yo no recuerdo cuándo tiempo hicimos, sólo sé que al llegar a la caseta estábamos muy cansados. También recuerdo que el amigo con el que fui llevaba una pequeña gallina de plástico, un juguete de los huevos kinder, y en algún momento la tiramos y estuvimos un buen rato buscandola. No la encontramos.

Pasamos la noche a un lado de los baños de la caseta; hacía un frío tremendo y casi caímos en hipotermia, nos vimos en el espejo del baño y estábamos más que pálidos, blancos; ambos somos muy morenos. Buscamos monedas en la mochila y pudimos comprar una sopa maruchan. A las cinco de la mañana empezaron a pasar los primeros microbuses, nos colamos en uno y viajamos de mosca hasta el metro Taxqueña.




Ciudad Universitaria - Tlatelolco


17.8 km, tres horas. 2 de octubre de 1999. Durante la huelga de la UNAM se realizaban maratónicas asambleas generales, en ellas, se votaban los acuerdos, para votar, la escuela sede hacía los votos, casi siempre de cartón; para la asamble previa al dos de octubre, la escuela sede fue Filosofía y Letras (tenía uno de los auditorios más grandes), e hicieron unos votos circulares, con platos... a la hora de la votación sobre el origen de la marcha del 2 de octubre, hubo muchos votos falsos. ja!

Previo a la marcha me había ausentado del movimiento por enfermedad y en la mañana del dos de octubre, enfrente de la rectoría de Ciudad Universitaria, varios amigos me vieron con sorpresa: había empezado a usar lentes.

Caminamos bastante rápido, creo que ir en grupo nos animó y evitó que nos rindiéramos al cansancio, Google dice que la distancia se recorre en tres horas y cuarenta y cinco minutos, nosotros hicimos tres. Fue una de las marchas con más asistencia, y al paso sumábamos contingentes y mucho apoyo. Ese día se vendieron las dos toneladas de cebolla que le habían regalado al movimiento en la central de abastos como apoyo. También leí algo que escribí en el templete de la manifestación, casi al final, cuando ya no quedaban más que los viejos vecinos y sobrevivientes, que cada año asisten.




Mixcoac - Polanco


10 km, dos horas. Septiembre de 2009. Luego de haber estado más de medio año sin trabajo, y otro medio año en un lugar con pésimas condiciones laborales, conseguí un trabajo excelente, no sólo por el sueldo, sino por el horario, ya que la salida es antes de las cinco de la tarde. Uno de esos días había quedado de ir por mi novia a su trabajo, pero ella salía mucho más tarde, hasta las seis. Yo no tenía idea de que hacer para esperarla todo ese tiempo. No se me antojaba nada, no quería ir por un café, no tenía hambre, y tampoco era el tiempo suficiente como para ir al cine o algo similar.

Salí del trabajo, el clima estaba bastante amable y simplemente empecé a caminar. Algunas cuadras más adelante me detuve a comer unos tacos de guisado en un puesto de la calle, luego retomé mi camino y pensé que en el momento que me cansara, o viera que faltaba poco para las seis, podía tomar un transporte que me llevara a cualquier línea del metro y llegar a tiempo a Polanco.

En poco tiempo llegué a Tacubaya, seguí hacia Chapultepec, pero antes conocí el paseo de los compositores, a la altura de Juanacatlán, totalmente abandonado; ahora ya está dentro de Chapultepec. Seguí hasta llegar al metro Sevilla y creí que ahí sería buen momento para entrar o tomar una microbús que llega directamente hasta mi Plaza Antara, en Polanco, pero no, seguí caminando. Conocí un local de modelismo, y hasta me quedé un rato mirando la enorme maqueta de un tren que tenían. Llegué puntual a las seis de la tarde, mi novia bajó a los pocos minutos y nos regresamos en metro a nuestras casas.




Coyoacán - Centro Médico


7.3 km, tiempo indefinido. Diciembre de 2009. Salí con los compañero de mi nuevo trabajo a beber, teníamos pocos meses de habernos conocido, pero eramos un grupo muy unido. Ya entrada la noche un amigo me habló y lo invité a la reunión. Poco a poco se fueron yendo algunos amigos, hasta quedar sólo tres: Mar, Luis y yo. Seguimos platicando y bebiendo hasta que en algún momento nos llevaron la cuenta porque el lugar estaba por cerrar.

No tenía idea de la hora, al revisar, supimos que eran las tres de la mañana; quizás si no nos hubieran dicho nada habríamos seguido hasta el amanecer. El frío de la noche nos animó a comer algo, caminamos hasta Churubusco, dónde están los famoso tacos Chupacabras; luego de cenar, Mar tomó un taxi, Luis y yo preferimos caminar un poco, inevitablemente me acordé de la otra caminata que hice borracho hacia Acapulco.

Luis y yo tenemos el mismo amor por los libros, por la literatura y por la escritura. Así que al calor del alcohol, y a través del frío de la noche, pergeñamos una historia, un cuento fantástico, lleno de giros, de misterios, de guiños y referencias. No sé cuánto haya durado eso, según Google, fue hora y media. Llegamos a su casa rendidos, creo que a eso de las seis de la mañana, yo me acosté en cualquier sillón y ahí me quedé hasta las nueve de la mañana, nos levantaron para invitarnos a desayunar barbacoa en el tianguis.




Tacubaya - Copilco


11 km, tres horas. Julio de 2016. Esta fue la caminata que me animó a hacer este post. Fui al metro Tacubaya a dejar unas cosas a un amigo, pero quedé atrapado en la hora pico, además, fueron días de tormenta... cuando quise tomar el metro el servicio prácticamente estaba parado y el andén estaba llegando peligrosamente al máximo de su capacidad, así que me salí y caminé hacía la avenida Revolución para tomar un camión, pero también había mucha gente, pensé en quedarme a comer en los restaurantes chinos de la zona, pero empecé a caminar. Ya sabía lo que pasaría.

Verán ustedes que la ruta que tomé fue innecesariamente larga, lo que sucedió es que pensé, como en otras caminatas, que si en algún momento me cansaba podía simplemente entrar al metro... y sí me cansé, por ahí de Mixcoac pensé en entrar al metro, para ese momento ya no había ningún rastro de lluvia, eran como las siete de la tarde y ya no tenía que hacer más que un transbordo... pero no, me dije: -un poco más, hasta Zapata...

En Zapata pensé: - otro poco más; en Coyoacán pensé: -ya no puedo más, pero ya casi estoy cerca. En algún momento me detuve a comer algo, ya saben, tacos, y luego seguí caminando, hasta llegar a casa, totalmente molido. Aquí me di cuenta que las largas caminatas no son tan fáciles como hace diez años.





¿Qué otras caminatas haré en mi vida?, ¿Qué caminatas me gustaría hacer? Espero poder aguantar todavía hacer largas caminatas... me gustaría recorrer alguna ruta histórica, no sé, como la calzada prehispánica de Iztapalapa, o quizás todo el borde de la antigua Tenochtitlán, eso sí, espero no volver a  hacer otra caminata borracho.

Uno de mis grandes miedos es perder las piernas. uno de mis peores pesadillas recurrentes es salir a la calle, sin darme cuenta, descalzo. Hablando de eso, ¿sabía que una vez caminé descalzo en el zócalo, disfrazado de Mictlantecuhtli?


LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...